vendredi 6 mai 2011

Los gatos y el deseo 1


He escrito y re-escrito esta historia ya perdí la cuenta cada vez.

Quizás sólo deba decir que antaño odiaba a los gatos, que después los amé y que luego llegó uno que cumplió un gran deseo mío, en una noche entre el sueño y la soledad.

Y quizás en esta misma historia -en singular- también asome el deseo.

jeudi 20 janvier 2011

Sobre la Pastora Marcela

Hay personajes que no dejan de llamar la atención. Está de más mencionar a Hamlet, Segismundo o a Don Quijote. Pero también los hay esos “anónimos” que casi pasan inadvertidamente, incluso como una narración intercalada. Es el caso de esta mujer, paradigma de una belleza femenina que encanta, que enamora, que hace sufrir y que se la encuentra en un paraje ideal de árboles, cerros y tranquilidad. Pero ¿qué hace una mujer así entre los rebaños? Autoexilio. Consciente del desastre que provoca su belleza en los hombres y su negación a aceptar cualquiera que se le acerque, abandona el mundo para entregarse a su soledad. Y en su deambular no puede evitar los encuentros con hombres, que, rendidos ante tal imagen la siguen y la pretenden. Porque es tan humano querer poseer la belleza… Es el caso de Grisóstomo, estudiante que proviene de una familia acomodada y que abandona su vida para entregarse al ideal de una vida bucólica sin grandes sobresaltos. Salvo uno, el encuentro con la belleza. Entonces este pobre joven ve a la pastora Marcela y no contento con admirarla, además la pretende. Pero como todos, recibe desdén, el que no soporta hasta el punto de quitarse la vida (a lo Werther…) Es en este momento, un día antes de su entierro cuando Don Quijote y Sancho Panza se enteran de esta historia por medio de unos cabreros. Ansiosos, van al lugar en donde Grisóstomo dejó dicho a su amigo Ambrosio que lo enterraran, al pie de la montaña donde vio por primera vez a aquella “enemiga mortal”, donde también por primera vez le declaró su pensamiento y donde, desengañado, puso fin a su “miserable vida”. Muy bien, una historia de amor no correspondido, como ésas que muchos hemos tenido pero que después y gracias a un poco de cordura o humor, podemos contar. Hasta aquí, Marcela es sin duda la mujer malvada, sin corazón, homicida y todo lo que se le quiera decir a alguien tan vil y despreciable. Pero no deja de sorprendernos cuando hace su aparición justo en el momento del entierro y en medio de los presentes explica sus razones y su vida. Primero, el cielo la hizo –“según vosotros decís”- hermosa, o sea, lo que le tocó no más. Segundo, y según su razonamiento: “mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama”. Muy bien dicho, la reciprocidad en el amor no es una obligación. Incluso invierte la situación: “si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades?” Por supuesto que no, pues se ama lo bello (eso no lo digo yo). Tercero, “pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y al alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que, por solo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda?” ¡Excelente! Y aquí viene el broche de oro: “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos”. Y de aquí en adelante, una exquisitez tras otra, que no puedo dejar de citar sólo por el placer de la palabra: “Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíense el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito”. ¿Escucharon? “(…) y entiéndese de aquí adelante que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque quien a nadie quiere a ninguno debe dar celos, que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes”. Y la maestra continúa: “el que me llama fiera y basilisco déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera”. Y todo esto porque “tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a éste ni solicito aquél; ni burlo con uno ni me entretengo con el otro”. Y en diciendo esto se fue por lo más cerrado de un monte que allí estaba cerca, sin oír respuesta alguna.

Finalmente, ¿qué mató a Grisóstomo? Su impaciencia y arrojado deseo.

¿Una historia de amor? Más bien, una historia sobre la belleza.

mercredi 12 janvier 2011

“Se tensan las palabras,

crujen y se quiebran a veces

por el peso y la tirantez; resbalan,

se desprenden y perecen, se pudren

de imprecisión , abandonan su sitio,

no se quedan quietas. Voces que gritan,

riñen, se burlan, o que simplemente

parlotean, amenázanlas siempre.

La Palabra en el desierto es la más

acosada por tentadoras voces,

de la sombra el llanto en la danza

funeral, la lamentación sonora

de la quimera desolada.”

(de Cuatro Cuartetos, T. S. Eliot)

En una noche como ésta, donde la luna me dice su soledad al oído,

murmura voces incomprensibles, secretas en el cielo negro

y el mar a lo lejos le responde desde su incomprensión pero complicidad

de los amantes a la espera de algo de alguien de cuántos de quién.

La lava roja bullente ferviente en la garganta muda

Del espacio éste en el que ahora

Sorda a mi estrella

Descifro los hilos que llevan a signos definitivos y engañosos

-o creo que descifro-

si no entiendo ese lenguaje

que por alguna razón se esconde en un paisaje desolado

Desierto

Palabra nonata que no llega su tesitura

Que no alcanza no bebe no ve no toca

Sólo roza con dedos que se deshacen al sonido

Sordo atraviesa la espada

Pero ella es esquiva y ni siquiera se esconde en su traje doliente

Pero no aniquila la hinchazón de la garganta amordazada y quemante

Pero el vacío y la soledad de este campo a ratos poblado

O deshabitado.

No entiendo este lenguaje de colores y sonidos

Esta posibilidad que cae sin yo alcanzar a asirla

Levantando los brazos al aire

Así como quien recibe una noticia –una buena noticia-

O como quien se ha caído del amor –sin red-

O solo desesperación.

Sí, se tensan las palabras

Como el arco en una nota inconclusa

Inacabada o mal nacida

En un estéril campo de espinas y abismos y fantasmas

Inalcanzada y peor parida

En el silencio de esta voz que sólo da vueltas sobre sí misma

Mordiéndose la cola, las uñas y lo que era la melodía de

estas

p a - l a - b r a s

dimanche 17 octobre 2010

samedi 28 août 2010

a t s i c e p a r t L L E W E R A F


Releo ese úlitmo capítulo que se cerró. Pero desde aquí las letras se ven borrosas. Colgada miro el mundo al revés y comprendo el silencio. Lo primero fue: la seducción reside más bien en quien se seduce. Y lo último: el encierro es para quien se encierra. ¿Qué nefasto ser hace callar a un pájaro? No lo conozco. El pájaro calla porque así lo quiere.
Al revés: las buenas intenciones se diluyen en un mar de confusión, la mentira y el engaño se transforman en la verdad. Y yo te digo, la culpa no es mi compañera. Tampoco el arrepentimiento ni el perdón. A cada uno le toca perdonarse si se tiene el valor de mirar el Espejo.
Al revés: son la seguridad de mis intuiciones y mis sueños los que sostienen mis pies. Lo demás, va y viene.

lundi 16 août 2010


a Javiera (y su delicado nado)

La cebra no sabe si es negra o blanca, los conejos desconocen la longitud de sus orejas y los gatos negros se cruzan sin desear la mala suerte. Pero los peces nadan, disfrutan de las algas y también sin saberlo, respiran bajo el agua. En nosotros la diferencia nos acerca y nos aleja de los mundos con los que chocamos, con las caras que vemos pasar en la calle. Y me pregunto que qué parte de mí ve en esas caras el signo del tedio y el cansancio o el hastío. Quizás sea esa misma parte que me enrostra una extravagancia imaginaria, desde mundos que sólo son destellos de una posibilidad mal cumplida, o esa otra que a ratos me habla y se apodera de mis pensamientos ahogándome. Por suerte he aprendido a nadar a la luz, mirando el cielo colgada siempre de las cuerdas de la música y del vuelo.

mercredi 4 août 2010

Y fue entonces, entre el humo y el vino de una conversación cuando pensó la literatura había sido un mal incurable y ahora, un destino inevitable.

Tal era certidumbre de su inconstante estrella.