mercredi 16 décembre 2009

Casa Tomada


Ahora se me ocurrió el título primero antes de lo que iba a contar. En realidad sí tenía la idea: no sé en qué momento la casa que uno ordena y limpia a veces una vez a la semana, se empieza a desordenar. Siento un extraño placer cuando la veo ordenadita, todo está en su lugar; la cocina, impecable. La ropa en los cajones, no hay nada tirado por ahí; puedes pisar seguro, ya que no habrá nada en el suelo que sea doloroso o imprevisto. Hay cucharas de té limpias y no tienes que ir a buscarlas por todas las piezas y rincones (aunque son siempre los mismos: la cama, la cómoda, la mesa del computador o el escritorio). La ropa limpia ya no está colgada en el patio ni tirada en una silla o en la pieza chica, sino que dobladita en los cajones esperando su turno otra vez. En fin, todo perfecto (me encanta). De pronto empiezan los días y de a poco el espacio se va reduciendo. Las tazas, las cucharas, la ropa y los objetos empiezan a extender su dominios y a multuplicarse, ¡bah!, había visto la taza verde en la pieza y ahora está en el computador… Te confunden, se esconden y aparecen de la nada. Pero luego empiezan a posesionarse de su lugar, y ya la boleta perdida (que debería estar en la basura del reciclaje) es parte de la mesa de centro y debe estar allí. Los encendedores también tienen su lugar, algunos, privilegiados, están protegidos en un bolsillo de alguna chaqueta o bolso. El punto es que puedo coexistir con esta toma hasta que pasa lo peor, inaceptable y denostable acontecimiento: no encontrar algo. Porque que esté todo tirado en su lugar es muy distinto a no saber donde está lo que necesitas. Esto se agrava al pensar en la posibilidad de la pérdida, (aunque debo confesar que últimamente esto ha perdido importancia). En realidad lo que me inquieta más que el objeto perdido es la pérdida en sí, el perder el control de las cosas. Qué diablos, si me cuesta deshacer algunas estructuras, no crean que me agrada conocer el lugar de cada cosa….pero cómo evitarlo si soy yo la que ordeno. En fin, aunque un cultor del feng shui le daría un infarto en mi casita, a mí me encanta que tantos seres habitemos en ella.

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