mercredi 24 octobre 2007

L'internat


Subo las escaleras con mi gran mochila (algunos pueden dar fe) y mi “bolso de mano”. ¿Cómo habitar este espacio? Lo primero: ordenar mis cosas, dispongo de un closet, un escritorio, un velador (después confirmé que todo se multiplicaba por 3). Por orden de prioridades, ubicación del altar, luego los libros, la ropa… y c’est tout!, si apenas podía traer 20 kilos en la maleta. Los pasillos son inmensos, respiro enormidad y soledad, no hay nadie, no se escucha nada. Se oyen los timbres de los cambios de hora y la voz de la inspectora de turno por altoparlante, llamando a una lista de alumnos a la “vie escolaire”, que resulta ser lo más parecido a la sala de torturas para los alumnos franceses, y eso ya se intuye por el tono amenazante de dicha (no de dichosa, sino que de mencionada) voz. Cuando nombran a más de cinco es porque la cagada es grande y ahí sí que la voz resulta ser amenazadora (o prometedora, según el punto de vista). Pero nada se compara a la voz que llama a los prófugos que no acuden al primer llamado….es como los guardianes de las puertas del relato de Kafka, “Ante la ley”.
Sólo estoy yo en el edificio, mis pisadas aún tímidas, pequeñas, comparadas con la inmensidad de las puertas, las ventanas, el corredor, recorren cada centímetro poblando cada inhóspito rincón. De pronto escucho risitas de niña y pasos que salen corriendo, ¿hay alguien más? Llego a la otra “ala del castillo”, en las puertas hay pegados rudimentarios carteles, en realidad hojas de cuaderno con el nombre de las niñas; varían según la cantidad de ellas en cada habitación, el tamaño de las letras, los corazones y otros recursos propios de la decoración adolescente… femenina, por supuesto!: Margot, Marie, Amandine, Charlotte, con sus respectivas combinaciones de colores y gracias…
Bueno, al parecer no estoy sola acá (qué gracia le causó a la profesora de español mi “acá” en vez de su “aquí”), pero esas risas me parecen más bien ecos de fantasmas atrapados en el silencio, como recuerdos del pasado.
Los fines de semana sí que sólo estoy yo, y mi intimidad se extiende por el laberinto y ocupa metros y metros cuadrados de vacío y silencio. Pero mis pasos aún son pequeñitos y se limitan al recorrido de la cocina-baño-dormitorio-escalera-puerta de entrada-sala de informática, que está allá desde donde a veces vienen las voces. Por las noches veo Evangelion, leo, escribo, siempre con música (la noche es el día….. en fin, da igual, no hay diferencia….. ¿por qué la hice?) El otro día descubrí que Madame Pascal vive abajo, tiene una casa y al parecer “cuida” del internado y del colegio. O sea que yo no soy la guardiana, como me había imaginado. Me pregunto qué haré en el invierno cuando además de las voces, serán la lluvia y el viento los que vendrán a justificarme en mi encierro con las mil voces que habitan en mi cabeza y el sur de tejados mojados, piedras húmedas y árboles secos, y el frío que hiela los huesos (y tú que todavía me pides que no me vaya).

Bienvenue à l'internat!


La palabra asusta, por ahí alguno la confundió con “convento”. Primer día, entro a una oficina donde hay una señora que me saluda muy amable, “Ah, l’assistante d’espagnol!”; y estirándome la mano: “Bonjour mademoiselle”. Abre una caja fuerte donde saca tres gigantes manojos de llaves y me dice que la siga, al menos eso pude entender porque salió de la oficina y se volteó para mirarme haciéndome una señal (con el francés aún llego tarde a todo…) Entramos y empezamos a recorrer los pasillos, luego se encuentra con una señora muy simpática, Madame Cristine, según lo que entiendo, es a quien debo acudir en caso de necesitar cualquier cosa. Madame Orduna empieza a abrir un montón de habitaciones, puede ser ésta, o ésa o esta otra, y le pregunta Madame Cristine. Luego se empeña en que la habitación esté al lado de la cocina, lo que me parece algo extraño… ¿por qué preferiría estar al lado de la cocina y no del baño? Ellas hablan y hablan y discuten y discuten cuál sería la mejor habitación para mí, y yo ahí, parada, intentando entender cuáles son los criterios de selección. En medio de todo Madame Orduna se da cuenta que una sola llave abre todas las puertas del internado! La de la entrada, las habitaciones, sala de juegos, informática, todo; horrorizada ante tal situación hace broma acerca de la inutilidad del gran manojo de llaves que traía; y yo, claro, por cortesía, me río. Pero hay una habitación que tiene una llave distinta (eso creía hasta que abrí la sala de la televisión con ella y otras cuántas puertas…) y que está frente al baño, la 15. Pienso: buen número, es casi 16 y suma 7, casi 7. Cerca de la cocina y con 3 camas, para esperar a la asistente de inglés, que al final nunca llegó. Tímidamente digo: “Je prefère la quinze”. Me mira extrañadísima, no comprende cómo prefiero estar más cerca del baño que de la cocina (¿acaso Ud. nunca va al baño en mitad de la noche?, menos mal que aún no podía decir eso en francés…)
Una vez dentro de la habitación, la empieza a vender; abre ventanas y habla sobre las ventajas de la luz. Me sugiere que con las dos camas desocupadas haga un canapé, (un tipo de sillón que se juntan, uno en posición vertical y otro horizontal). ¡Listo! ¡Otra cara extraña! Cuando le digo que está bien así para mí (¿para qué quiero un sillón en una habitación donde básicamente estoy yo conmigo y donde no recibiré visitas?) Luego nos vamos a su oficina donde en un gran cuaderno anota el código de las llaves: 86 y 96 y me las pasa como si tuviera una misión santa: que no se me pierdan. Me despido amablemente, agradeciendo la hospitalidad, y diciendo que todo está perfecto para mí y me voy de la oficina, deseando no tener que recurrir a ella para lo que sea. Por supuesto, en medio de toda la confusión ahora sé que la “clé” es la llave, en francés (pero obviamente que más tarde descubriría que también es el pendrive…nunca termino de sorprenderme).

mardi 23 octobre 2007

Esto es una fotografía


"La fotografía y el lenguaje tienen en común el silencio y la retórica
la fotografía es a la realidad lo que la literatura es al lenguaje.
Silenciosa ecuación de connotadores / discurso retórico.
El realismo o la "verdad de la fotografía"
se atenúan y casi desaparecen en la medida en que "pasa a la historia" - se elimina
o borra- el objetivo fotográfico y cambia la técnica de su registro.
Tal desaparición y ante todo dicho cambio no se abrevió aquí con el adv. c. casi. Así la fotografía
siempre goza de la hiperrealidad del fantasma. Cuando la obra literaria pasa de moda se hace transparente. No así el fantasma. La capacidad de impresionar no se extingue nunca en la impresión fotográfica. No es lo mismo releer el cadáver de un estilo que ver el estilo de un cadáver".

(Enrique Lihn)

mercredi 10 octobre 2007

...et nous sommes figures irréelles...




"vamos componiendo una figura absurda, dibujamos con nuestros movimientos una figura idéntica a la que dibujan las moscas cuando vuelan en una pieza, de aquí para allá, bruscamente dan media vuelta, de allá para aquí, eso es lo que se llama movimiento brownoideo, ¿ahora entendés?, un ángulo recto, una línea que sube, de aquí para allá, del fondo al frente, hacia arriba, hacia abajo, espasmódicamente, frenando en seco y arrancando en el mismo instante en otra dirección, y todo eso va tejiendo un dibujo, una figura, algo inexistente como vos y como yo, como los dos puntos perdidos en París que van de aquí para allá, de allá para aquí, haciendo su dibujo, danzando para nadie, ni siquiera para ellos mismos, una interminable figura sin sentido."

(Rayuela, Julio Cortázar)

lundi 8 octobre 2007

Mont de Marsan


Aproximadamente 30.000 habitantes, ni ciudad grande ni pueblo chico, tercera base militar estratégica de Francia, son, para José María, las principales causas que hacen de esta ciudad una mierda.

Para descansar de mí (única compañía en la semana), fui a carretear el sábado con el personaje ya citado. Me dice que hay en el Cafe Music un concierto de jazz. Entramos, el lugar piola para tocatas, buen sonido, el panorama, un grupo de viejos que no quieren envejecer sobre el escenario, cantando a la usanza de Creedence (porque a esas alturas se debe usar ese término), y al otro lado, casi como un espejo, otro grupo de viejos que se movía tímidamente y escuchaban atentos. Toda la noche me pareció escuchar sólo una canción y no es porque me haya pegado con una en particular, sino porque su repertorio carecía de cualquier noción de originalidad o de innovación. ¿Qué mirar? Pues nada, había un par de tipos para el calendario que está en contrucción junto a mi amiga Karin, y pare de contar. Ahora que lo pienso, quizás haya sido la oscuridad lo que los favorecía...

Cuando terminó, pequeña visita a la ciudad, el río, el puente, ciudad de las flores, lalalá, todo bien y hasta agradable. Después de charlar un rato decidimos ir a tomar algo en un bar. Y para eso hay que recorrerlos, no?

Primer bar: música fuerte, mucho calor, la gente estaba como loca. ¡Busquemos otro! Desde la calle se escuchaba la camisa negra de Juanes (?) y... ¡la macarena! pfffff, entramos al Havana Club, donde habían puros pelaos (milicos) gritando, eufóricos, uno vomitando de pie (y se veía decentito el lugar...) y dicen: "cheveu!" Era para José María, que tiene el pelo ondulado y largo. Le empiezan a tocar el pelo y molestarlo, nos fuimos, menos mal que se aguantó y no les respondió; "pues tía, eshto en Eshpaña no se queda así, eh. ¡Qué hijos de puta! ¡Diiiiossssss!" Después en otro bar, lo mismo. ¿Qué pasa aquí? ¿Será la celebración del Rugby? Y en la calle... Nunca había vivido tan de cerca la discriminación, y es invasiva, porque entonces el lugar se contamina y se pudre todo!

A la mañana siguiente teníamos una misión: reivindicar la ciudad (como si dependiera de nosotros...). Salí a comprar una baguette, caminé sola durante 40 minutos y fue horrible. Los hombres son del tipo musculosos, rapados, cadenas de plata en el cuello y en un auto con música muy fuerte. Te miran como si fueras cualquier cosa, ni en Santiago! Al principio pensé que era por ser sudaca (me quedé media enrollada con lo de la noche anterior), pero luego me di cuenta que era por ser mujer, porque mi apariencia física como latina pasa desapercibida acá, incluso me preguntan por calles... Y a las mujeres de allí les gusta, usan vestidos bien ajustados, cortos y botas, bastante maquillaje, bien chabacano.

Pensamos luego que el aburrimiento de una ciudad chica, la base militar que está escondida en el mapa y la represión hacían de los montmarcianos esos sujetos despreciables que vimos, y de Mont de Marsan una ciudad inhabitable. Lo único que tiene de bueno es el museo, eso sí que por fuera, los parques alrededor, porque las piezas que están adentro... ¡un horror! sólo habían esas estatuas como las que están abajo en el Museo de Bellas Artes en Santiago, cuyo innovador tema es la tradición grecolatina, por supuesto de autores montmarcianos que se destacaron del pueblito por ganarse una beca para estudiar arte en París. Ah! El puente donde confluyen tres ríos tampoco está mal... si no te importan las casas de gente que vive medio hacinada a tus espaldas...

Lo único bueno de todo esto es que me quedaron unas ganas de volver a mi pueblito tranquilo! que ya lo voy sintiendo como mi casa... et voilà!


Octobre, le 8.

vendredi 5 octobre 2007

dans le vélo...à Paris


Totoro et la boa...


Suspendu...


dans le mètro...


Totoro et ses amis


Belleville


...calle bastante conocida y transitada

siempre por uno solo, rara vez uno mismo.

(c'est là que nous sommes.... ici )

Le Retour


Me lo había dicho muchas veces, pero faltaba alguien. ¡Gracias Karla! Pues, es que tengo que escribir. El problema es que suelo hacerlo en mi cabeza, mientras camino por estas calles solitarias, ajenas, y los pies quieren conocerlas y marcarlas así como queda el asfalto con patas de perros curiosos cuando recién lo hacen. Repasaba tantas imágenes. Los días en París…estaba como anestesiada, me demoré cuatro días en llegar. Y la ciudad me dio la bienvenida en Palais-Royal, en esos jardines maravillosos, en un atardecer rosado con mucho viento pre-lluvia (al final no llovió). Antes fui un zombie. Mirar a la gente pasar, tan distinta, a cada segundo un idioma diferente. Yo no estaba en Chile, estaba en cualquier lugar, quien sabe donde! Ahora que estoy acá, pienso que la ciudad es especial, y pese a todo, París es una gran ciudad, aplastante, monumental, llena de historias que se intuyen en cada esquina. Es el arte, te paras y te pones a pensar: este es el escenario para un beso de esos que se recuerdan todos los días antes de dormir (perdón, pero no puedo renegar de mi romanticismo –o cursilería-); este otro es sin duda para una pelea; aquí hay que encontrarse de improviso, así como la Maga y Oliveira en sus movimientos brownoideo, como las moscas. Pero es difícil estar ahí, es más bien para visitarla de lejos, es para alejarte tomando esa foto que después mirarás y dirás “este es…..mmmmm, era el….., ay, como se llama…..”, y pasas a la otra que con suerte recordarás. No saqué muchas fotos, creo que fue porque quería sentirme acogida, condición de visitante no asumida aún, me iba a la biblioteca a leer (o tratar de) con el compu y hablar con Karla, responder mails… la máquina de fotos (suena antiguo…) te expulsa en el momento mismo del lugar, ahora eso sí que esa expulsión te promete un eterno retorno (no leer a pensadores que no he citado, por favor), cada vez que revisas esas fotos… Por mientras, preferí quedarme ALLÍ. Luego volveré como turista curiosa…(¿o furiosa?)
Cuando me fui de París sentí que me iba de casa. María Paz, Karlos, Karin, estos corriendo por el andén, ¡qué trío! (a veces estaba Totoro…) Realmente fuimos tres y más. Lore, a cada rato sentí que estabas ahí, conversando con Karin, compartiendo los mismos gustos, todo. Y mientras el tren avanzaba pensaba en los paréntesis y corchetes de la primera noche en París, y la llave , ufffff! { }. Ahora que lo recuerdo, dentro de la llave va el 0. ¡Krls!: {0} Sin duda la llave es superior… Se me cruzaba el dulce de leche en los dedos a las tres de la mañana, esperando el bus para volver a casa, el amigo de Totoro, Belleville y los bigotes de don Rafael, la Rue des Solitaires…
Y ahora que escribo voy caminando en mi cabeza (será necesario hacer las dos cosas al mismo tiempo?) Tyrosse es un lugar de paso, nadie se queda, todo cierra temprano.
Creo que mi EVA[1] está pesada todavía. Esta EVA de la que quiero huir y ¿dónde? ¡Pues a mi casa! “¿Cuál casa?” (eso me preguntaban cuando decía “mi casa”), “¿la de tus papás?” o “¿el depto?” “¿del Parque Bustamante?” Y ahora me doy cuenta de cuál era mi casa, y que no tenía un lugar físico y a la vez eran todas. Eran las mañanas con la Kela en el colegio compartiendo un té (antes cantábamos Kevin Johansen con la Kata), los domingos con mis papás, el metro lleno en la mañana temprano, el chico que siempre estaba sentado leyendo al final de la estación Príncipe de Gales, y que no se preocupaba en disimular que miraba mi paso, nunca le hablé, por el temor de quebrar esa mirada; en la empanada de queso con champiñón donde Julio, las atenciones y piropos de Julio chico, evitar mirar hacia el Bierstube a las 8 de la tarde, entregarme a la curiosidad de levantar la cabeza al séptimo piso cuando pasaba por el emporio de la rosa, caminar por el Parque Forestal, siempre recordando otros pasos, otras esperas, sola, acompañada, ansiosa, tranquila, confesiones; las llamadas de Kira que nunca alcanzaba a contestar y las mías que ella nunca recibía; algunos té bien acompañados en los domingos; el celu cuando en el último tiempo sonó cada noche una sola vez: “estoy abajo”, y yo: “espérame, voy”; ciertos recurrentes mensajes en el celular que odiaba con la ansiedad de la espera y la extraña satisfacción que queda de un amor ingrato; la hora de once con Karla y Cristian; el cine o los intentos por ir (o mejor, por finalmente ver una peli..); los raptos de Totoro; las caminatas cerca de casa buscando otras pisadas que nunca llegaron, que nunca me esperaron; las noches sola, tratando de buscar algo que me distrajera de mí. Todo eso era mi casa, y fue lo que dejé
mientras estoy armando una carpa aquí, juntando aromas, momentos, lugares, personas que no harán sobrepeso en la maleta; poblando cada árbol con mi pensamiento cansado de recorrer los mismos lugares, que aunque comunes se volvieron ajenos, lejanos, inhóspitos para un corazón podrido de latir (perdón de nuevo, pero siempre se me viene a la cabeza las canciones, aunque en el juego a veces huyan)
mientras anoche me quedé dormida rezando, ¿a quién?; le agradecí a la tierra el día hermoso que había tenido y pensé que rezarle a la madre era mucho más acogedor que rezarle al padre; era calientito, in utero (cita ya utilizada [Krls]), y cierro los ojos pensando en eso: a-c-o-g-e-d-o-r-a……….. bonne nuit!

Octobre le 4.
[1] Me estoy poniendo al día con Evangelion.