lundi 16 août 2010


a Javiera (y su delicado nado)

La cebra no sabe si es negra o blanca, los conejos desconocen la longitud de sus orejas y los gatos negros se cruzan sin desear la mala suerte. Pero los peces nadan, disfrutan de las algas y también sin saberlo, respiran bajo el agua. En nosotros la diferencia nos acerca y nos aleja de los mundos con los que chocamos, con las caras que vemos pasar en la calle. Y me pregunto que qué parte de mí ve en esas caras el signo del tedio y el cansancio o el hastío. Quizás sea esa misma parte que me enrostra una extravagancia imaginaria, desde mundos que sólo son destellos de una posibilidad mal cumplida, o esa otra que a ratos me habla y se apodera de mis pensamientos ahogándome. Por suerte he aprendido a nadar a la luz, mirando el cielo colgada siempre de las cuerdas de la música y del vuelo.

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