lundi 8 octobre 2007

Mont de Marsan


Aproximadamente 30.000 habitantes, ni ciudad grande ni pueblo chico, tercera base militar estratégica de Francia, son, para José María, las principales causas que hacen de esta ciudad una mierda.

Para descansar de mí (única compañía en la semana), fui a carretear el sábado con el personaje ya citado. Me dice que hay en el Cafe Music un concierto de jazz. Entramos, el lugar piola para tocatas, buen sonido, el panorama, un grupo de viejos que no quieren envejecer sobre el escenario, cantando a la usanza de Creedence (porque a esas alturas se debe usar ese término), y al otro lado, casi como un espejo, otro grupo de viejos que se movía tímidamente y escuchaban atentos. Toda la noche me pareció escuchar sólo una canción y no es porque me haya pegado con una en particular, sino porque su repertorio carecía de cualquier noción de originalidad o de innovación. ¿Qué mirar? Pues nada, había un par de tipos para el calendario que está en contrucción junto a mi amiga Karin, y pare de contar. Ahora que lo pienso, quizás haya sido la oscuridad lo que los favorecía...

Cuando terminó, pequeña visita a la ciudad, el río, el puente, ciudad de las flores, lalalá, todo bien y hasta agradable. Después de charlar un rato decidimos ir a tomar algo en un bar. Y para eso hay que recorrerlos, no?

Primer bar: música fuerte, mucho calor, la gente estaba como loca. ¡Busquemos otro! Desde la calle se escuchaba la camisa negra de Juanes (?) y... ¡la macarena! pfffff, entramos al Havana Club, donde habían puros pelaos (milicos) gritando, eufóricos, uno vomitando de pie (y se veía decentito el lugar...) y dicen: "cheveu!" Era para José María, que tiene el pelo ondulado y largo. Le empiezan a tocar el pelo y molestarlo, nos fuimos, menos mal que se aguantó y no les respondió; "pues tía, eshto en Eshpaña no se queda así, eh. ¡Qué hijos de puta! ¡Diiiiossssss!" Después en otro bar, lo mismo. ¿Qué pasa aquí? ¿Será la celebración del Rugby? Y en la calle... Nunca había vivido tan de cerca la discriminación, y es invasiva, porque entonces el lugar se contamina y se pudre todo!

A la mañana siguiente teníamos una misión: reivindicar la ciudad (como si dependiera de nosotros...). Salí a comprar una baguette, caminé sola durante 40 minutos y fue horrible. Los hombres son del tipo musculosos, rapados, cadenas de plata en el cuello y en un auto con música muy fuerte. Te miran como si fueras cualquier cosa, ni en Santiago! Al principio pensé que era por ser sudaca (me quedé media enrollada con lo de la noche anterior), pero luego me di cuenta que era por ser mujer, porque mi apariencia física como latina pasa desapercibida acá, incluso me preguntan por calles... Y a las mujeres de allí les gusta, usan vestidos bien ajustados, cortos y botas, bastante maquillaje, bien chabacano.

Pensamos luego que el aburrimiento de una ciudad chica, la base militar que está escondida en el mapa y la represión hacían de los montmarcianos esos sujetos despreciables que vimos, y de Mont de Marsan una ciudad inhabitable. Lo único que tiene de bueno es el museo, eso sí que por fuera, los parques alrededor, porque las piezas que están adentro... ¡un horror! sólo habían esas estatuas como las que están abajo en el Museo de Bellas Artes en Santiago, cuyo innovador tema es la tradición grecolatina, por supuesto de autores montmarcianos que se destacaron del pueblito por ganarse una beca para estudiar arte en París. Ah! El puente donde confluyen tres ríos tampoco está mal... si no te importan las casas de gente que vive medio hacinada a tus espaldas...

Lo único bueno de todo esto es que me quedaron unas ganas de volver a mi pueblito tranquilo! que ya lo voy sintiendo como mi casa... et voilà!


Octobre, le 8.

2 commentaires:

p a z a dit…

yo me armaría de la bici perfecta y montaría a totoro en el canastillo!
besos

Kela a dit…

Que increíble tan lejos que estás y te siento muy cerca... Fuerza!!!