vendredi 5 octobre 2007

Le Retour


Me lo había dicho muchas veces, pero faltaba alguien. ¡Gracias Karla! Pues, es que tengo que escribir. El problema es que suelo hacerlo en mi cabeza, mientras camino por estas calles solitarias, ajenas, y los pies quieren conocerlas y marcarlas así como queda el asfalto con patas de perros curiosos cuando recién lo hacen. Repasaba tantas imágenes. Los días en París…estaba como anestesiada, me demoré cuatro días en llegar. Y la ciudad me dio la bienvenida en Palais-Royal, en esos jardines maravillosos, en un atardecer rosado con mucho viento pre-lluvia (al final no llovió). Antes fui un zombie. Mirar a la gente pasar, tan distinta, a cada segundo un idioma diferente. Yo no estaba en Chile, estaba en cualquier lugar, quien sabe donde! Ahora que estoy acá, pienso que la ciudad es especial, y pese a todo, París es una gran ciudad, aplastante, monumental, llena de historias que se intuyen en cada esquina. Es el arte, te paras y te pones a pensar: este es el escenario para un beso de esos que se recuerdan todos los días antes de dormir (perdón, pero no puedo renegar de mi romanticismo –o cursilería-); este otro es sin duda para una pelea; aquí hay que encontrarse de improviso, así como la Maga y Oliveira en sus movimientos brownoideo, como las moscas. Pero es difícil estar ahí, es más bien para visitarla de lejos, es para alejarte tomando esa foto que después mirarás y dirás “este es…..mmmmm, era el….., ay, como se llama…..”, y pasas a la otra que con suerte recordarás. No saqué muchas fotos, creo que fue porque quería sentirme acogida, condición de visitante no asumida aún, me iba a la biblioteca a leer (o tratar de) con el compu y hablar con Karla, responder mails… la máquina de fotos (suena antiguo…) te expulsa en el momento mismo del lugar, ahora eso sí que esa expulsión te promete un eterno retorno (no leer a pensadores que no he citado, por favor), cada vez que revisas esas fotos… Por mientras, preferí quedarme ALLÍ. Luego volveré como turista curiosa…(¿o furiosa?)
Cuando me fui de París sentí que me iba de casa. María Paz, Karlos, Karin, estos corriendo por el andén, ¡qué trío! (a veces estaba Totoro…) Realmente fuimos tres y más. Lore, a cada rato sentí que estabas ahí, conversando con Karin, compartiendo los mismos gustos, todo. Y mientras el tren avanzaba pensaba en los paréntesis y corchetes de la primera noche en París, y la llave , ufffff! { }. Ahora que lo recuerdo, dentro de la llave va el 0. ¡Krls!: {0} Sin duda la llave es superior… Se me cruzaba el dulce de leche en los dedos a las tres de la mañana, esperando el bus para volver a casa, el amigo de Totoro, Belleville y los bigotes de don Rafael, la Rue des Solitaires…
Y ahora que escribo voy caminando en mi cabeza (será necesario hacer las dos cosas al mismo tiempo?) Tyrosse es un lugar de paso, nadie se queda, todo cierra temprano.
Creo que mi EVA[1] está pesada todavía. Esta EVA de la que quiero huir y ¿dónde? ¡Pues a mi casa! “¿Cuál casa?” (eso me preguntaban cuando decía “mi casa”), “¿la de tus papás?” o “¿el depto?” “¿del Parque Bustamante?” Y ahora me doy cuenta de cuál era mi casa, y que no tenía un lugar físico y a la vez eran todas. Eran las mañanas con la Kela en el colegio compartiendo un té (antes cantábamos Kevin Johansen con la Kata), los domingos con mis papás, el metro lleno en la mañana temprano, el chico que siempre estaba sentado leyendo al final de la estación Príncipe de Gales, y que no se preocupaba en disimular que miraba mi paso, nunca le hablé, por el temor de quebrar esa mirada; en la empanada de queso con champiñón donde Julio, las atenciones y piropos de Julio chico, evitar mirar hacia el Bierstube a las 8 de la tarde, entregarme a la curiosidad de levantar la cabeza al séptimo piso cuando pasaba por el emporio de la rosa, caminar por el Parque Forestal, siempre recordando otros pasos, otras esperas, sola, acompañada, ansiosa, tranquila, confesiones; las llamadas de Kira que nunca alcanzaba a contestar y las mías que ella nunca recibía; algunos té bien acompañados en los domingos; el celu cuando en el último tiempo sonó cada noche una sola vez: “estoy abajo”, y yo: “espérame, voy”; ciertos recurrentes mensajes en el celular que odiaba con la ansiedad de la espera y la extraña satisfacción que queda de un amor ingrato; la hora de once con Karla y Cristian; el cine o los intentos por ir (o mejor, por finalmente ver una peli..); los raptos de Totoro; las caminatas cerca de casa buscando otras pisadas que nunca llegaron, que nunca me esperaron; las noches sola, tratando de buscar algo que me distrajera de mí. Todo eso era mi casa, y fue lo que dejé
mientras estoy armando una carpa aquí, juntando aromas, momentos, lugares, personas que no harán sobrepeso en la maleta; poblando cada árbol con mi pensamiento cansado de recorrer los mismos lugares, que aunque comunes se volvieron ajenos, lejanos, inhóspitos para un corazón podrido de latir (perdón de nuevo, pero siempre se me viene a la cabeza las canciones, aunque en el juego a veces huyan)
mientras anoche me quedé dormida rezando, ¿a quién?; le agradecí a la tierra el día hermoso que había tenido y pensé que rezarle a la madre era mucho más acogedor que rezarle al padre; era calientito, in utero (cita ya utilizada [Krls]), y cierro los ojos pensando en eso: a-c-o-g-e-d-o-r-a……….. bonne nuit!

Octobre le 4.
[1] Me estoy poniendo al día con Evangelion.

1 commentaire:

Kela a dit…

Que lindo lo que escribiste. Deberías crear un libro... tienes talento... y gracias.